El pasado

Se llama Capoeira, a un juego de destreza que tiene sus orígenes en Angola. Era antes una forma de lucha muy valiosa para la defensa de la libertad de hecho o de derecho de los negros libertados, pero tanto la represión policial como las nuevas condiciones sociales hicieron que, hace cerca de cien años, se tornase finalmente un juego, un entretenimiento entre amigos. Con ese carácter inocente la Capoeira permanece en todos los estados de Brasil.

La Capoeira era un combate singular en el que los «moleques de Sinha», demostraban su capacidad de ataque y defensa sin tener que pegar a los oponentes.

Fue durante la esclavitud que el juego de Angola empezó a crecer y se extendió por todo Brasil. Las discusiones son interminables: Investigadores, folcloristas, historiadores y africanistas todavía buscan respuestas para la siguiente pregunta: ¿La Capoeira es una invención africana o brasileña? ¿Había sido una creación de los esclavos con hambre de libertad o una invención de los indígenas?

Las opiniones tienden para el lado brasileño, y aquí se muestran algunos ejemplos: en el libro «A arte da Gramática» del padre José de Anchieta, editado en 1595, hay una citación de que «los índios Tupi-guarani, se divertían jugando a Capoeira». Guilherme de Almeida en el libro «Música no Brasil», sostiene que son indígenas las raíces de la Capoeira. El navegador portugués Martim Afonso de Sousa observó tribus jugando a Capoeira.

La palabra «Capoeira» (CAáPUÉRA) es un vocablo de los indígenas Tupi-guarani, que significa «hierba corta» o «hierba que fue cortada».

En un trabajo que fue publicado por la XEROX de Brasil, el profesor austríaco Gerhard Kubik, antropólogo y miembro de la asociación mundial de folclore y profundo conocedor de asuntos africanos, se extraña de que «el brasileño llame Capoeira de Angola, cuando allí no existe nada semejante». También el estudioso Waldeloir Rego, que escribió lo que fue considerado el mejor trabajo sobre este juego, defiende la tesis de que la Capoeira fue inventada en Brasil.

Brasil Gerson, historiador de las calles de Río de Janeiro, piensa que el juego nació en el mercado, cuando los esclavos llegaban portando un cesto (capoeira) con aves en la cabeza y hasta ser atendidos, se quedaban luchando en broma, surgiendo de ahí la verdadera Capoeira. Antenor Nascente dice que la lucha de la Capoeira está ligada al ave Uru (Odontophorus apueira-spix), cuyo macho es muy celoso y mantiene luchas violentas con el rival que osa adentrar sus dominios (los movimientos de la lucha asemejan a los de la Capoeira).

Finalmente, Câmara Cascudo, afirma que «ha sido traída por los banto-congo-angoleses que practicaban luchas litúrgicas al sonido de instrumentos de percusión», transformándose en lucha aquí, en Brasil, debido a la necesidad de defensa de estos negros.

Se oyó hablar de la Capoeira por primera vez, durante las invasiones holandesas de 1642, cuando los esclavos y los indios, (las dos primeras víctimas de la colonización), aprovechándose de la confusión generada, huyeron para los bosques. Los negros crearon los Quilombos entre los cuales el más famoso es Palmares, cuyo líder y estratega fue Zumbi, guerrero y estratega invencible dice la leyenda, haber sido capoeirista. Después de esta época hubo un período oscuro en el renacimiento del siglo XIX, se transformó en un fenómeno social, y se hizo cargo de los centros urbanos como Río de Janeiro, Salvador y Recife.

Las bandas de los capoeiristas inquietaban a los ciudadanos pacatos de Río de Janeiro y se volvían un problema para los reyes. Se extendían por la ciudad acabando con las fiestas poniendo en fuga a la policía y desafiando a los valientes. Defendían su precaria libertad, sin solamente emplear agilidad muscular, valiéndose de palos o navajas.

Fue entonces que apareció el mayor Vidigal, jefe de la policía de Río de Janeiro, en los comienzos del siglo XX: un diablo de hombre que parecía estar en todas las partes con sus hombres armados con largos látigos, protegidos por su distancia la cual mantenían a los capoeiristas donde podrían ofenderles a salvo.

La literatura de Machado de Assís y el arte de Debret, registraban la presencia de la Capoeira en las costumbres de la época. Los capoeiristas vivían en maltas, verdaderos bandos que recibían motes como guaiamus o nagôs.

Las maltas tuvieron participación activa en hechos históricos como la rebelión de los mercenarios (soldados extranjeros contratados para la guerra de Paraguay que se rebelaron y fueron rechazados por los capoeiristas), escaramuzas entre monárquicos y republicanos, y hasta en la proclamación de la república.

Las maltas de la bahía fueron desordenadas por la guerra de Paraguay. El gobierno de la provincia reclutó a las fuerzas de los capoeiristas, que hizo marchar hacia el sur como «voluntarios de la patria». Manuel Querino cuenta que muchos de ellos se distinguieron por actos de bravura en el campo de batalla. Cuando peleaban entre ellos, el grito de guerra asustaba a todo ser que estuviese cerca: «¡cierra, cierra!» significaba el inicio de la pelea, y pobre de quien estuviese por el medio. Consta que la guardia personal de José do Patrocinio y del propio emperador Don Pedro I estaban formadas por capoeiristas.

Ese prestigio empezó a caer con las leyes abolicionistas: sin aptitudes de cualquier tipo, una masa humana disputaba mercados de trabajo inexistentes. El juego se convirtió en una institución maligna y su extinción pasó a ser orden del día. Las maltas se convirtieron en grupos poderosos de protección de negocios oscuros hasta que implantaron la ley 487, decretada por Deodoro da Fonseca, el 1890.

Desde el día 11 de Octubre, todo capoeirista cogido en flagrante sería desterrado a la isla Fernando de Noroña durante un período de seis meses. Aún así, la Capoeira mostró su fuerza: al ser detenido uno de sus más temibles practicantes, el noble portugués José Elísio dos Reis (Juca Reis), apresado por Sampaio Ferraz, el gobierno republicano sufrió su primera crisis ministerial. Juca Reis era nada menos que el hermano del Conde de Matosinhos, dueño del diario «O País», el más férreo defensor de la causa republicana.

En las páginas del diario, Quintito Bocaiúva defendió con uñas y dientes la libertad de Juca y el gobierno de Deodoro da Fonseca fue obligado a dar marcha hacia tras y este acabó volviendo a Portugal.

El más famoso de los capoeiristas nacionales era natural de Santo Amaro, en la zona de Bahía, y tenía los apodos de Besouro Venenoso y Mangangá. Era invencible e inigualable. En la capoeira todavía cantan sus hazañas legendarias.

La hora final llegó para las maltas de Recife más o menos el 1912, coincidiendo con el nacimiento del «Passo do frevo» (baile carnavalesco), legado de la capoeira.